La vuelta al pago
Jorge Cafrune
Ya andaba desesperao
aguardando una ocasión;
que los indios un maón
nos dieran y entre el estrago
hacérmeles cimarrón
y volverme pa mis pagos.
Aquello no era servicio
ni defender la frontera
aquello era ratonera
en que sólo gana el juerte;
era jugar a la suerte
con una taba culera.
Allí tuito va al revés:
los milicos se hacen piones
y andan en las poblaciones
emprestaos pa trabajar;
los rejuntan pa peliar
cuando entran indios ladrones.
Yo he visto en esa milonga
muchos gefes con estancia,
y piones en abundancia,
y majadas y rodeos;
he visto negocios feos,
a pesar de mi inorancia.
Y colijo que no quieren
la baranda componer.
Para eso no ha de tener
el gefe que esté de estable
más que su poncho y su sable,
su caballo y su deber.
Ansina, pues, conociendo
que aquel mal no tiene cura,
que tal vez mi sepultura
si me quedo iban a encontrar,
pensé en mandarme a mudar
como cosa más segura.
Dende chiquito gané
la vida con mi trabajo,
y aunque siempre estuve abajo
y no sé lo que es subir,
también el mucho sufrir
suele cansarnos ¡ barajo ¡
En medio de mi inorancia
conozco que nada valgo;
soy la liebre o soy el galgo
asegún los tiempos andan;
pero también los que mandan
debieran cuidarnos algo.
Para mi el campo son flores
dende que libre me veo;
donde me lleva el deseo
allí mis pasos dirijo,
y hasta en las sombras, de fijo
que a donde quiera rumbeo.
Volví al cabo de tres años
de tanto sufrir al ñudo.
Desertor, pobre, desnudo,
a procurar suerte nueva;
y lo mesmo que el peludo
enderesé pa mi cueva.
No hallé ni rastro del rancho;
¡ sólo estaba la tapera ¡
¡ Por Cristo, si aquello era
pa enlutar el corazón ¡
¡ Yo juré en esa ocasión
ser más malo que una fiera ¡
Al irme dejé la hacienda,
que era todito mi haber;
pronto debíamos volver,
según el juez prometía,
y hasta entonces cuidaría
de los bienes la mujer.
Después me contó un vecino
que el campo se lo pidieron,
la hacienda se la vendieron
pa pagar arrendamientos,
y que sé yo cuántos cuentos;
pero todo lo fundieron.
Los pobrecitos muchachos,
entre tantas afliciones
se conchabaron de piones;
mas ¡ qué ivan a trabajar,
si eran como los pichones
sin acabar de emplumar ¡
¡ Y la pobre de mi mujer
Dios sabe cuánto sufrió ¡
Me dicen que se voló
con no sé que gavilán;
sin duda a buscar el pan
que no podía darle yo.
No es raro que a uno le falte
lo que a algún otro le sobre;
si no le quedó ni un cobre,
sinó de hijos un enjambre,
¿ qué más iba a hacer la pobre
para no morirse de hambre ¿
¡ Tal vez no te vuelva a ver,
prenda de mi corazón ¡
Dios te dé su protección,
ya que no me la dio a mí.
Y a mis hijos desde aquí
les echo mi bendición.
Como hijos de la cuna
andarán por ay sin madre;
ya que se quedaron sin padre,
y ansí la suerte los deja
sin naides que los proteja
y sin perro que les ladre.
Los pobrecitos tal vez
no tengan ande abrigarse,
ni ramada ande ganarse,
ni un rincón ande meterse,
ni camisa que ponerse,
ni poncho con que taparse.
Mas también en este juego
voy a pedir mi volada:
a naides le debo nada,
ni pido cuartel ni doy,
y ninguno dende hoy
ha de llevarme en la armada.
Yo he sido manso primero
y seré gaucho matrero
en mi triste circunstancia:
aunque es mi mal tan projundo,
nací y me he criao en estancia,
pero ya conozco el mundo.
Ya le conozco sus mañas,
le conozco sus cucañas,
sé cómo hacen la partida,
la enriedan y la manejan.
Desaceré la madeja,
aunque me cueste la vida.
Y aguante el que no se anime
a meterse en tanto engorro
o si no aprétese el gorro
para otra tierra emigre;
pero yo ando como el tigre
que le roban los cachorros.
Aunque muchos creen que el gaucho
tiene un alma de reyuno,
no se encontrará ninguno
que no le dueblen las penas;
más no debe aflojar uno
mientras hay sangre en las venas.
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