Gaucho alzao
Jorge Cafrune
Matreriando lo pasaba
Y a las casas no venía.
Solía arrimarme de día;
Más, lo mesmo que el carancho,
siempre estaba sobre el rancho
espiando a la policía.
Bala el tierno corderito
al lao de la blanca oveja,
y la vaca que se aleja
llama al ternero amarrao;
pero el gaucho desgracíao
no tiene a quién dar su queja.
Su esperanza es el coraje,
su guarida es la precaución,
su pingo es la salvación,
y pasa uno en su desvelo
sin más amparo que el cielo
ni otro amigo que el facón.
Les tiene el hombre cariño
y siempre con alegría
ve salir las Tres Marías;
que si llueve, cuanto acampa
las estrellas son la guía
que el gaucho tiene en la pampa.
Aquí no valen dotores,
sólo vale la esperencia;
aquí verían su inocencia
esos que todo lo saben;
porque esto tiene otra llave
y el gaucho tiene su cencia.
Para mí la cola es pecho
y el espinazo cadera;
hago mi nido ande quiera
y de lo que encuentro como;
me echo tierra sobre el lomo
y me apeo en cualquier tranquera.
Y dejo rodar la bola,
que algún día se ha de parar.
Tiene el gaucho que aguantar
hasta que lo trague el oyo
o hasta que venga algún criollo
en esta tierra a mandar.
¡ Pucha, si usté los oyera
como yo en una ocasión
tuita la conversación
que con otro tuvo el juez ¡
Le aseguro que esa vez
se me achicó el corazón.
Hablaban de hacerse ricos
con campos en la frontera;
de sacarla más ajuera
donde había campos baldíos
y llevar de los partidos
gente que la defendiera.
Pero si siguen las cosas
como van hasta el presente
puede ser que de repente
veamos el campo desierto
y blanqueando solamente
los güesos de los que han muerto.
De los males que sufrimos
Hablan mucho los puebleros;
pero hacen como los teros
para esconder sus niditos:
en un lao pegan los gritos
y en otro tienen los güevos.
Y se hacen los que no aciertan
a dar con la coyuntura:
mientras al gaucho lo apura
con rigor la autoridá,
ellos a la enfermedá
le andan errando la cura.
Pido perdón a mi Dios,
que tantos bienes me hizo;
pero dende que es preciso
que viva entre los infieles
yo seré cruel con los crueles:
ansí mi suerte lo quiso.
Dios formó lindas las flores,
delicadas como son;
les dio toda perfección
y cuanto él era capaz;
pero al hombre le dio más
cuando le dio el corazón.
Le dio claridá a la luz,
juerza en su carrera al viento,
le dio vida y movimiento
dende la aguila al gusano;
pero más le dio al cristiano
al darle el entendimiento.
Y aunque a las aves les dio,
con otras cosas que inoro,
esos piquitos como oro
y un plumaje como tabla,
le dio al hombre más tesoro
al darle una lengua que habla.
Y dende que dio a las fieras
esa juerza tan inmensa,
que no hay poder que las vensa
ni nada que las asombre,
¿ qué menos le daría al hombre
que el valor pa su defensa ¿.
Pero tantos bienes juntos
al darle, malicio yo
que en sus adentros pensó
que el hombre los precisaba,
pues los bienes igualaba
con las penas que le dio.
En la cruzada hay peligros,
pero ni aún esto me aterra:
yo ruedo sobre la tierra
arrastrao por mi destino,
y si erramos el camino,
no es el primero que lo erra.
Y si hemos de salvar o no,
de esto naides se asombra;
derecho ande el sol se esconde
tierra adentro hay que tirar;
algún día hemos de llegar,
después sabremos a dónde.
El que maneja las bolas,
el que sabe echar un pial
y sentársele a un bagual
sin miedo de que lo baje,
entre los mesmos salvajes
no puede pasarlo mal.
Pero ponga su esperanza
en el Dios que lo formó;
y aquí me despido yo,
que he relatado a mi modo
males que conocen todos,
pero que naides cantó.Matreriando lo pasaba
Y a las casas no venía.
Solía arrimarme de día;
Más, lo mesmo que el carancho,
siempre estaba sobre el rancho
espiando a la policía.
Bala el tierno corderito
al lao de la blanca oveja,
y la vaca que se aleja
llama al ternero amarrao;
pero el gaucho desgracíao
no tiene a quién dar su queja.
Su esperanza es el coraje,
su guarida es la precaución,
su pingo es la salvación,
y pasa uno en su desvelo
sin más amparo que el cielo
ni otro amigo que el facón.
Les tiene el hombre cariño
y siempre con alegría
ve salir las Tres Marías;
que si llueve, cuanto acampa
las estrellas son la guía
que el gaucho tiene en la pampa.
Aquí no valen dotores,
sólo vale la esperencia;
aquí verían su inocencia
esos que todo lo saben;
porque esto tiene otra llave
y el gaucho tiene su cencia.
Para mí la cola es pecho
y el espinazo cadera;
hago mi nido ande quiera
y de lo que encuentro como;
me echo tierra sobre el lomo
y me apeo en cualquier tranquera.
Y dejo rodar la bola,
que algún día se ha de parar.
Tiene el gaucho que aguantar
hasta que lo trague el oyo
o hasta que venga algún criollo
en esta tierra a mandar.
¡ Pucha, si usté los oyera
como yo en una ocasión
tuita la conversación
que con otro tuvo el juez ¡
Le aseguro que esa vez
se me achicó el corazón.
Hablaban de hacerse ricos
con campos en la frontera;
de sacarla más ajuera
donde había campos baldíos
y llevar de los partidos
gente que la defendiera.
Pero si siguen las cosas
como van hasta el presente
puede ser que de repente
veamos el campo desierto
y blanqueando solamente
los güesos de los que han muerto.
De los males que sufrimos
Hablan mucho los puebleros;
pero hacen como los teros
para esconder sus niditos:
en un lao pegan los gritos
y en otro tienen los güevos.
Y se hacen los que no aciertan
a dar con la coyuntura:
mientras al gaucho lo apura
con rigor la autoridá,
ellos a la enfermedá
le andan errando la cura.
Pido perdón a mi Dios,
que tantos bienes me hizo;
pero dende que es preciso
que viva entre los infieles
yo seré cruel con los crueles:
ansí mi suerte lo quiso.
Dios formó lindas las flores,
delicadas como son;
les dio toda perfección
y cuanto él era capaz;
pero al hombre le dio más
cuando le dio el corazón.
Le dio claridá a la luz,
juerza en su carrera al viento,
le dio vida y movimiento
dende la aguila al gusano;
pero más le dio al cristiano
al darle el entendimiento.
Y aunque a las aves les dio,
con otras cosas que inoro,
esos piquitos como oro
y un plumaje como tabla,
le dio al hombre más tesoro
al darle una lengua que habla.
Y dende que dio a las fieras
esa juerza tan inmensa,
que no hay poder que las vensa
ni nada que las asombre,
¿ qué menos le daría al hombre
que el valor pa su defensa ¿.
Pero tantos bienes juntos
al darle, malicio yo
que en sus adentros pensó
que el hombre los precisaba,
pues los bienes igualaba
con las penas que le dio.
En la cruzada hay peligros,
pero ni aún esto me aterra:
yo ruedo sobre la tierra
arrastrao por mi destino,
y si erramos el camino,
no es el primero que lo erra.
Y si hemos de salvar o no,
de esto naides se asombra;
derecho ande el sol se esconde
tierra adentro hay que tirar;
algún día hemos de llegar,
después sabremos a dónde.
El que maneja las bolas,
el que sabe echar un pial
y sentársele a un bagual
sin miedo de que lo baje,
entre los mesmos salvajes
no puede pasarlo mal.
Pero ponga su esperanza
en el Dios que lo formó;
y aquí me despido yo,
que he relatado a mi modo
males que conocen todos,
pero que naides cantó.
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