Míticos personajes populares del Chaco. Llegados desde la provincia de Corrientes, Isidro y Claudio Velásquez, junto a otros secuaces inscribieron no solo una página importante en la historia del delito provincial, sino del accionar de la policía. Claudio muere a los 36 años junto a un compañero de correrías, Tolentino Vega de 19 años, en un enfrentamiento con la Policía del Chaco en el paraje Costa Guaycurú. Isidro con Vicente Gauna terminan sus días en una emboscada en la encrucijada de la ruta provincial Nº 4 y la entrada al paraje Pampa Bandera en jurisdicción de la localidad de Machagai, el 1º de diciembre de 1967. Allí Isidro Velásquez emite por última vez su clásico sapucay (grito) de triunfo. A partir de ese momento, en el seno de amplios sectores populares chaqueños, se genera un mito que culmina con el culto a sus ídolos. El cementerio de Machagai es visitado por creyentes y el lugar del deceso recibe la visita de agradecidos devotos durante todo el año, que dejan testimonio de su fe, traducido en placas de metal con leyendas de reconocimiento, paquetes de cigarrillos, banderas y gallardetes rojos.
Luego de la muerte de Isidro Velásquez, de boca en boca comienza a circular la afirmación de que el bandido robaba a los ricos para asistir a los pobres, convirtiéndolo en un moderno Robin Hood. Esta afirmación está muy alejado de la realidad, porque los marginales solo compraban voluntades de los muy necesitados. Frecuentaban rancheríos míseros, donde la carestía extrema era la constante, para comer o pernoctar. Al retirarse dejaban generosos pagos, que representaban fortunas para los muy excluidos paisanos. Isidro Velásquez violó a una jovencita de 14 años y mató a sangre fría a policías y víctimas de asaltos, demostrando de esta forma que lejos estaban sus intenciones de aliviar males de los necesitados. Además, la mayoría de los habitantes rurales y de pequeñas poblaciones chaqueñas temían a los bandidos. La prepotencia y brutalidad con que se manejaban, generó una psicosis de miedo generalizado. El lenguaje popular habla de Los Velásquez, pero la mayor celebridad fue alcanzada por Isidro y su compinche Vicente Gauna, a quien conoce en uno de sus viajes al Paraguay. Los escenarios de sus correrías son las poblaciones de Colonia Elisa, La Verde, Lapachito, Quitilipi, Machagai, Laguna Limpia, Colonias Unidas, Presidencia Roca, General San Martín y Pampa del Indio, además de parajes rurales en jurisdicción de esas poblaciones urbanas. Los acontecimientos más resonantes son robos a mano armada donde obtienen sumas superiores a los $ 70.000 y dos secuestros que le reportan a Isidro la nada despreciable suma de $ 3.000.000 en cada uno. A consecuencia de los secuestros, las entidades intermedias relacionadas a la actividad comercial y el gobierno ofrecen una recompensa de $ 2.000.000 que es cobrada por una maestra rural domiciliada en Machagai, quien traiciona a los bandidos, tendiendo una emboscada en un camino rural. Cuando se produce el enfrentamiento la docente viajaba con su marido, de profesión cartero en la misma localidad.
La policía nunca pudo atrapar a los bandidos, hasta el hecho de Pampa Bandera. Cuando conseguía escapar, Isidro pegaba su típico Sapucay (grito), y luego hacía llegar a las autoridades notas toscamente escritas en letras de imprenta, burlándose de ellos. Además poseía un aparato de radio donde escuchaba las comunicaciones policiales, lo que le daba amplia ventaja sobre sus perseguidores, además de conocer el terreno como la palma de su mano. En el Operativo Silencio, que terminó con la carrera delictiva, se utilizaron las mismas tácticas de los bandidos. Se sobornó a soplones, prostitutas, vendedores ambulantes y se montó un aceitado mecanismo de inteligencia, que permitió rastrearlo y ubicar su paradero. Con esos datos se tendió la trampa que culminó con el enfrentamiento el día 1º de diciembre de 1967, al oscurecer.
La policía nunca pudo atrapar a los bandidos, hasta el hecho de Pampa Bandera. Cuando conseguía escapar, Isidro pegaba su típico Sapucay (grito), y luego hacía llegar a las autoridades notas toscamente escritas en letras de imprenta, burlándose de ellos. Además poseía un aparato de radio donde escuchaba las comunicaciones policiales, lo que le daba amplia ventaja sobre sus perseguidores, además de conocer el terreno como la palma de su mano. En el Operativo Silencio, que terminó con la carrera delictiva, se utilizaron las mismas tácticas de los bandidos. Se sobornó a soplones, prostitutas, vendedores ambulantes y se montó un aceitado mecanismo de inteligencia, que permitió rastrearlo y ubicar su paradero. Con esos datos se tendió la trampa que culminó con el enfrentamiento el día 1º de diciembre de 1967, al oscurecer.
La policía nunca pudo atrapar a los bandidos, hasta el hecho de Pampa Bandera. Cuando conseguía escapar, Isidro pegaba su típico Sapucay (grito), y luego hacía llegar a las autoridades notas toscamente escritas en letras de imprenta, burlándose de ellos. Además poseía un aparato de radio donde escuchaba las comunicaciones policiales, lo que le daba amplia ventaja sobre sus perseguidores, además de conocer el terreno como la palma de su mano. En el Operativo Silencio, que terminó con la carrera delictiva, se utilizaron las mismas tácticas de los bandidos. Se sobornó a soplones, prostitutas, vendedores ambulantes y se montó un aceitado mecanismo de inteligencia, que permitió rastrearlo y ubicar su paradero. Con esos datos se tendió la trampa que culminó con el enfrentamiento el día 1º de diciembre de 1967, al oscurecer.
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