Por Jesús María (Colón), cuentan que una vez se celebraba una gran fiesta en el cielo...
Fueron invitados todos los pájaros y aves, todos los bichos que pudieran volar hasta el cielo.
Fue así que el cuervo se dispuso a participar de la fiesta, acompañando a los pájaros... Y así lo hizo... El cuervo gran cantor y bailarín se dispuso a volar al cielo llevando en sus espaldas la guitarra, compañera de su vida...
Esta intención no escapó a la sagacidad del sapo, quien siguiéndole los pasos aprovechó un descuido del cuervo y se le metió en la guitarra.
Y así hizo el viaje y llegó al cielo...
Con su guitarra al hombro llegó el cuervo al cielo y todos los asistentes le preguntaron por el sapo, qué era de su vida, contestando aquel que su compadre no podía darse el lujo de tan largos viajes.
Después de tales palabras, dejó a un lado la guitarra sentándose a la mesa que habían servido para todos los invitados a la fiesta.
Resultó que el sapo con mucha cautela o precaución salió de su escondite y con asombro general se apareció a los convidados, sentándose en la mesa, comiendo y bebiendo, y después divirtiéndose cantando y bailando.
Concluido el baile en horas de la madrugada, después de una gran alegría con todos los pájaros y aves, tan abundantes, todos comenzaron el retiro.
Cuando el sapo se dispuso a volver se vio en figurillas, le costó mucho trabajo, pero como el sapo no tiene un pelo de tonto, viendo distraído al cuervo y entretenido con otros pájaros, se metió sigilosamente de nuevo en la guitarra.
Sin embargo el cuervo, que tampoco es sonso, se puso de vuelta, sabiendo que traía un huésped dentro de la guitarra.
Empezó el descenso como todos los demás pájaros, y en cierta parte del cielo el cuervo, distraídamente y sin ruido, dio vuelta, volcó su guitarra y el sapo salió de ella, cayó de las nubes, gritando a las piedras y a las rocas del suelo:
- Abran cancha... abran cancha... las que se hicieron a un lado.
El cuervo riéndose a sus anchas le gritó que no tuviera cuidado alguno, que volaba perfectamente, lo que no impidió que el sapo al caer, se diera un golpe formidable.
Por eso, de los tremendos golpes que recibió le quedaron las manchas de las cicatrices, que después, como signos o marcas de familia, se reprodujeron para siempre en todos los sapos...
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