Una noche tormentosa y muy oscura, cuando yo era muchacho, el patrón me mandó a la Isla, con un recado urgente para don Nicolás Vallejos. La Isla es una finca, a legua y media de Salta, entre el Arias y el Arenales. Yo conocía bien el camino, que no era de coche, como ahora, sino una senda angosta que atravesaba pequeños bosques de tuscas y algarrobos, harto tupidos a trechos. El terreno es bajo y pantanoso y en algunas partes había que ser baqueano para no hundirse en los fangales.
Aunque nunca he sido flojo para las cosas de este mundo, no me sentía entonado para el del otro aquella noche, lo confieso. Así que a mitad del viaje, y en un punto en que más cerrado estaba el rnonte, al caer la senda en un bajío, puse el caballo al tranco y empuñé el cuchillo que lo llevaba en el guardamonte, colgado de la vaina.
Al acercarme a unos sauces llorones que están ahí todavía, de un costado del camino, donde principia la bajada, se me atravesó como sombra un perrazo negro. El caballo se avispó, bufó; y se pegó una tendida que casi me larga de hocico.
Por serenarme mordí la hoja del cuchillo, la hice tincar en los dientes y me afirmé en el apero, tiritando. . . En esto ya sentí un bulto que me saltaba en las ancas y me echaba los brazos al cuello. El caballo entonces, mandó un par de patadas, se estremeció enterito y se echó a la furia como alma que se la lleva el diablo.
Así salvé el pantano. Y apenas gané la opuesta banda, un alarido fiero y triste como llanto de mujer rajó la noche y se apagó en el monte. . . Y fui a sujetar en la casa de don Vallejos. Tuvieron que bajarme del caballo. Me manaba del sofocón, sangre de las narices. . ."
Y dice Dávalos que no puede asegurar que sea una leyenda originaria de Salta o si es conocida también en otras zonas u otras regiones. Pero que en Salta se la menciona en los fogones en todo el valle de Lerma y en la ciudad.
Este mito también es conocido en otras provincias andinas, como Catamarca, La Rioja, Tucumán, Santiago del Estero, Córdoba. Y se ha popularizado tanto que ha dado motivo al dicho: "Te va a salir la viuda, o Tené cuidado, no te vaya a salir la viuda".
En La Rioja y Catamarca se cuenta que es un fantasma que sale a medianoche, en el campo, en sitios oscuros y boscosos. La corporizan como una mujer alta y flaca, vestida de negro y descalza, con la tez muy blanca.
Sale de improviso y se sienta en las ancas de la cabalgadura con un ruido de huesos, como si un saco de osanentas hubieran caído en las ancas del caballo, y desde allí tiende los brazos queriéndolo agarrar al jinete por el cuello. Y el abrazo casi siempre es mortal.
Aquellos que han podido zafarse de este cariño tan singular, dicen que es un fuego que quema la nuca y que al alejarse a todo correr del animal la viuda baja y se oye el llanto de una mujer que estremece la noche.
Félix Coluccio, en el "Diccionario folklórico argentino", dice que es un mito que se conoce en otras partes de
América o por lo menos que puede considerarse su equivalente: en Chile se lo conoce con el mismo nombre de "viuda"; en Costa Rica, con el nombre de "cadejo" o "oegus", transformada en un enortne perro negro, de pelo largo que sale de noche paua espantar las cabalgaduras y asustar a los viajeros con sus enormes ojos encendidos.
En Salvador toma el nombre de "ciguanaba", en Honduras, de "sucia" o "caidejo", en Nueva Méjico, "La malora". . .
Rafael Cano, en su libro "Allpamisqui" dice lo mismo y anota tres versiones recogidas en distintos lugares de la provincia de Catamarca.
Sin lugar a duda es un mito importado de Europa y que se ha estendido por muchas regiones de América.
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