La Salamanca

Llegó al Chaco junto con los santiagueños que se desplazaron hacia nuestra provincia atraídos por la zafra algodonera y la gran demanda de mano de obra que en ese tiempo ofrecía la actividad forestal. Algunos de ellos fueron conducidos por sus "Patrones" (los colonos) que viajaron expresamente a buscarlos. Otros simplemente arrearon sus míseros ganados, cargaron sus pocos enseres en zorras o volantas e hicieron el viaje hasta el sector noroeste del Chaco, donde se afincaron como pequeños criadores de ganado criollo. Desarrollaron una agricultura de subsistencia y muchos de ellos estacionalmente participaban de la cosecha del algodón en los alrededores. En las noches, en ruedas de fogón, contaban a sus jóvenes historias sobre la LA SALAMANCA. El gran interés que despertaron estas narraciones hizo que sea un excelente recurso para infundir miedo, aumentar su prestigio de "hombres experimentados" y sobre todo, transmitir pautas culturales, y valores de tipo ético o moral. Esta actitud, nos permite valorar el ingenio de los primeros criollos que sin haber recibido educación formal, descubrieron que el relato de historias fantásticas podía llevar entre líneas, aquellas enseñanzas que le interesaba transmitir a sus hijos. Igual procedimiento fue utilizado por los primeros pueblos europeos. Es decir, fabulando historias que interesaban sobremanera a los cándidos repertorios, explicaron el origen del mundo material, satisficieron la curiosidad respecto de los fenómenos internos del alma, dieron a conocer reglas de comportamiento social y encontraron una respuesta a la gran duda sobre el origen del mundo.

La Salamanca es el baile de los diablos. En ese aquelarre donde participa todo el Averno. Encontramos allí a los excluidos, las brujas, los asesinos, los malditos y también a quienes asisten para adquirir determinadas destrezas. El diablo mayor otorga el don de ser el mejor guitarrero, el mejor domador, suertudo con las guainas, ganador en los juegos de azar, buen cuchillero y mejor rastreador, a quien, pacto de sangre mediante, firme un TRATO con él. Este convenio consiste en adquirir las destreza deseada, a cambio del alma, la que será entregada cumplido el plazo que se estipula en el acto. Pero para ganar la confianza del Tío, es necesario vencer pruebas de valor antes de ingresar al recinto. Soportará el salamanquero el embate de horribles bestias, furiosas víboras, sonidos que hielan la sangre, visiones demoníacas, cruzará senderos de espinas y fuego, pero principalmente abjurará de Dios, escupiendo a la entrada un crucifijo. Cerrado el trato, sale al mundo a despertar la envidia de otros varones y la admiración de las mujeres.

En Santiago del Estero dicen que la Salamanca se halla en la profundidad de los montes. Que los solitarios sacheros suelen escuchar una música irresistible en la lejanía de la espesura. Quien tema las malas artes, o por principios religiosos reniegue de esas prácticas, evitará dejarse llevar por la tentación. En Catamarca, cuando alguien es sospechado de haber visitado la Cueva del Diablo (socavones en la montaña) observan al pasar éste si proyecta sombra, señal inequívoca que es prueba irrefutable. En Chile dicen que para llegar al lugar es necesario conocer la fórmula mágica que debe pronunciarse, la cual es transmitida por alguien que ya estuvo allí. En nuestro país, para llegar a La Salamanca, se requiera de la firme voluntad de hacerlo, armado de un coraje extraordinario para vencer todos los peligros figurados que deberá sortear para alcanzar tan preciadas habilidades.

La creencia en La Salamanca proviene de España. Allí al finalizar la expulsión de los moros, se tejieron historias sobre las prácticas de brujería y magia negra que llevaban a cabo los invasores en las cuevas de las montañas y la más famosa era la Cueva de Salamanca. Hay en la actualidad una provincia homónima en el norte de ese país y también una diócesis. La literatura ibérica satirizó a la sociedad de la época, creando obras donde los protagonistas cuya moral se cuestionaba, eran visitadores de las Cuevas para estudiar magia negra. En la Argentina, el cancionero popular ha abordado el tema, lo mismo que la literatura gauchesca (recuérdese Santos Vega y Don Segundo Sombra).

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