Cuenta la leyenda, que allí arriba, en la laguna que existe en la cumbre, vive una mujer sirena, muy bella de cabello de oro. Se sienta dejando su
medio cuerpo de pez en el agua y se pone a cantar canciones tristes y atractivas, mientras se peina con el peine de oro.
Esta sirena del Champaquí siempre se aparece a la medianoche, y el toro suele aparecer y bramar fuerte a las doce del mediodía. Cuentan que esta mujer, para atrapar a los viajeros, siempre está a la orilla de la laguna, con la mitad linda del cuerpo para afuera, desnuda, y la mitad de pez, debajo del agua, y que canta
unos hermosos cantos en los atardeceres, envueltos en hermosas nubes doradas por el sol y que el viento lleva lejos los cantos de la sirena.
En una reunión de arrieros se contó lo del toro de astas de oro, entonces,
según cuenta Carlos Villafuertes, uno de los arrieros del Champaquí, le pidió a la mujer que cebaba mate, que le prestara el rosario... lo beso y dijo:" ahora le juro que a la vuelta traigo el toro , o bien no vuelvo más , se lo juro...".
Hhí nomás el arriero preparó su caballo, se colocó los guardamontes, se armó de un largo lazo y sin despedirse de nadie, salió rumbo al Champaquí. "
Volvete Amaranto, no hagas eso... volvete Amaranto..". "No me voy a volver nada"
Amaranto, montado toda la noche, llegó a la orilla de la laguna, en la cumbre del Champaquí. Estuvo espiando entre las sombras de la noche aunque no vio nada. Pero se escuchaban unos
hermosos cantos de sirena, suavecitos, que emborrachaban de placer al oírlos; eso sí, Amaranto no veía nada.
Por ahí nomás, ya muy de noche y a eso de las doce, Amaranto vio que del medio de la laguna salía un cuerpo de un hermoso toro, brillándole las astas y echando fuego por los ojos, la nariz y la boca.
Amaranto, ahí nomás, montó en su caballo, se acercó a la orilla, preparó el lazo y cuando estuvo a tiro, largó el lazo al toro enlazándolo. El toro sintió el cimbronazo del lazo, el pescuezo pegó un temible bramido que hizo temblar a toda la sierra.
Las aguas empezaron a revolverse y a volcarse por la falda de la montaña, inundando el valle. Amaranto bien afirmado a su caballo tiró del lazo y el toro pegó otro bramido y Amaranto tiró del lazo... entonces, se hizo un hoyo en las aguas y en el cayó Amaranto con su caballo.
Cuando la laguna volcada en las serranías se secó, no quedo rastro de Amaranto ni de su caballo.
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