El Basilisco

Ingresa esta creencia a nuestra provincia con los santiagueños que llegaron para trabajar en la zafra algodonera y los obrajes. Dicen las abuelas santiagueñas que el Basilisco es una víbora con patas y cabeza de gallo. Que tiene la mirada penetrante, que mata con solo mirar a los ojos a las personas. Además su aliento es tan fuerte, que las plantas se marchitan cuando él exhala su aliento sobre ellas. Nace de un huevo de gallo puesto a la medianoche, sin yema, y empollado por un sapo. Para matarlo se debe colocar un espejo delante de él, para que se auto fulmine. No rapta, ni asusta a las personas. Debe tenerse cuidado de encontrarlo por el riesgo de morir fulminado por su mirada.

La dispersión de la leyenda hace que en el noroeste argentino se afirme, que los tesoros o "tapados" escondidos en las cuevas de las montañas, son custodiados por Basiliscos. Quizá esta afirmación sea una transmisión no sistemática de la creencia europea de los primeros tiempos de la minería. Decían los mineros que en los socavones morían víctima del aliento de este terrible animal. En realidad se trataba de gases venenosos, de cuya presencia aprendieron más tarde a protegerse. Como toda leyenda popular, cuando un fenómeno físico sobrepasa los conocimientos que ostenta el hombre que lo observa, encuentra una salida sencilla y satisfactoria, mediante la fabulación. En la antigüedad, los habitantes de la región de Cantabria (España) afirmaban conocer al Basilisco y el arma que utilizaban para protegerse de él, era un gallo que portaba debajo del brazo, para que cante ante la presencia del demonio, único capaz (el gallo) de contrarrestar su poder. En antiguos tratados de Historia Medieval y China, encontramos relatos de Basiliscos con mucha frecuencia. Además en Europa se acostumbraba bautizar las piezas de artillería, con nombres de animales que configuraban una alegoría a su poder de destrucción. Basilisco se llamó a una pieza de artillería, de bronce, de gran calibre, que cayó en desuso por lo incómodo de su manejo.

A consecuencia de la imposición cultural que significó el implante forzoso de la religión traída por los españoles, y la silenciosa resistencia a abandonar sus antiguos dioses de parte de los nativos, se produjo un sincretismo desordenado de algunas cuestiones culturales. Entonces es común encontrar límites imprecisos entre paganismo y religión (oficial). Así tenemos presencia de Basiliscos en la concurrencia de Salamancas, o custodios de antiguos tesoros en oro y plata enterrados por los aventureros españoles u Obispos poderosos ante la posibilidad de saqueo.

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