Antonio Tarrago Ros
Gauchita cuyana, tu vida se apaga,
en este desierto bebes soledad,
Se muere tu niño, de sed y verano,
el diablo en la noche, se lo llevará.
Acechan chimangos, el cielo incendiado
La agónica niña a Dios imploró
“Diosito querido, que viva te ruego,
te entrego mi vida, no siento temor”.
Ay, Difuntita Correa
tu niño se bebe
la vida en tu muerte.
Cuando el desierto calcina
tu leche es la vida
la flor de tu alma.
Un rayo divino bajó de las nubes
Y como en un sueño a Dios escuchó:
“Deolinda Correa te espero en el cielo,
el gaucho que reza a tu amor sanará”.
Difunta Correa, quien liba en tu seno
recorre el camino de la salvación,
La muerte no puede y Dios en el cielo
bendice a tus hijos, milagro de amor.
Ay, Difuntita Correa
tu niño se bebe
la vida en tu muerte.
Porque lo eterno es el canto
los ríos resecos
se inundan llorando.
Difunta Correa, prestame un cogollo,
que yo a Pacho O'Donnell le quiero cantar
Difunta Correa, un brote de canto
nacido en la rama de nuestra amistad
Difunta Correa si al fin del camino
los rezos más hondos se vuelven canción
cuando el horizonte se bebe la tarde
Difunta Correa te quiero cantar.
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